sábado, 9 de septiembre de 2017

EMPATÍA Y SENSIBILIDAD. UNA REFLEXIÓN SOBRE EL RESPETO A LOS “RAROS”

Cuadro de John William Whaterhouse: "Circe"

Es fácil hablar de respeto, empatía y de diálogo, pero más difícil es practicar todo esto de manera congruente. Estos son ámbitos de la vida en los que el aprendizaje ha de ser constante, pues con cada ser humano que encontramos tenemos la oportunidad de poner a prueba estas capacidades y de seguir aprendiendo al ver nuestras limitaciones humanas.

Vamos avanzando en el sentido de que hoy en día se fomenta más el respeto al diferente, aprendemos  habilidades sociales (a veces lamentablemente para manipular más a los demás), comunicación no violenta, sabemos de la importancia del diálogo, etc. No obstante, aún estamos muy limitados en estos temas y especialmente en lo que respecta acerca de comprender a otros, a la vista de  que son muchas personas que acuden a consultas de psicoterapias por vulneración de sus derechos básicos, uno de los cuales considero que habría de ser el derecho a ser respetado en la propia sensibilidad (siempre y cuando esa sensibilidad no sea un egocentrismo victimista que se use para manipular a otros).

Por más que veo ese énfasis en considerar el respeto a los diferentes, a los débiles, etc., veo que aún necesitamos aprender mucho a darnos cuenta de que el otro es otro y de que para poder respetarle en su sensibilidad es necesario hacer un esfuerzo de empatía más allá de la propia mirada, más allá de lo que a mí me parezca que es o no normal. Igual lo que fallaría es la propia perspectiva, cuando no entendemos a alguien y no el otro en su propia rareza…

Es cierto que se está haciendo visible la realidad de quienes son diferentes, incluso en el caso de los sensibles a quienes se ha denominado “personas altamente sensibles” (PAS). Una mayor sensibilización y comprensión de esta realidad puede hacer que al menos estas personas se comprendan y acepten mejor  y que aprendan a poner límites sin sentirse culpables por ser diferentes.

El problema es que los no sensibles o los que tienen otro tipo de sensibilidad parecen seguir sin enterarse demasiado. A lo que podemos añadir el problema de que la alta sensibilidad se pueda esgrimir como una identidad “especial” para usar su propia sensibilidad como arma arrojadiza con quien sea diferente a  los sensibles, o bien que las personas demasiado susceptibles se escuden en que son “personas altamente sensibles”, lo que conllevaría que el mundo habría de adaptarse a ellos, en una modalidad más de egocentrismo narcisista.

El trabajo de la tolerancia y comprensión ha de ser un trabajo de las partes, todos tenemos algún tipo de sensibilidad, mayor o menor. Todos somos diferentes a otros en algunos puntos, aunque algunos seamos más diferentes que otros. Los altamente sensibles también han de comprender y respetar que los demás son diferentes, al igual que quienes no sean tan sensibles… Unos y otros hemos de relacionarnos entendiendo al otro, respetando, escuchando y evitando burlas o comentarios degradantes hacia quien se sienta de otra manera. Los raros tienen derecho a ser raros siempre y cuando su rareza no dañe u ofenda la sensibilidad de otros.

En la vida cotidiana seguramente muchos hemos recibido comentarios burlones o  ninguneantes, o excesivamente críticos cuando nos hemos sentido de forma diferente a como se sienten los demás miembros de un grupo que se consideran los "normales", o bien cuando algo nos ha resultado incómodo, molesto o forzado, o cuando simplemente mostramos otro punto de vista. Incluso a veces sucede en el mundo de la psicoterapia y de las relaciones de ayuda, que se supone que ha de ser un mundo seguro y acogedor y respetuoso con las diferentes sensibilidades, vemos que a veces resulta árido para quienes se sienten de otra forma… Algunos ejemplos son los testimonios de personas más introvertidas que se han sentido invadidos o incómodos en grupos de hiper expresión emocional, que han podido vivir con malestar el hecho de tener que expresar sus sentimientos a desconocidos o se han forzado a dar abrazos a quienes no conocen, en ciertas dinámicas de grupo. Siendo luego criticados, objeto de burlas o de comentarios negativos por no saber “acoger”, “relacionarse”, “comunicarse” o incluso “querer” a otros. Por no hablar de que han sido vistos como sospechosos de padecer algún trastorno mental por su diferente sensibilidad en la expresión emocional, por su introversión o su diferente forma de ser y de sentir… Creo que aún nos falta por aprender a ser más cuidadosos en los grupos, en los encuentros interpersonales o en las relaciones de cualquier tipo a la sensibilidad distinta y es importante darnos cuenta de que cualquier cosa forzada puede ser una vulneración de los derechos de otro ser humano, incluso aunque sólo sea un comentario burlón o una crítica aparentemente inocente ante otra forma de vivir o de sentir las cosas. A esto se añade la importancia de tomar consciencia de que aunque a veces se trate de sensibilidades distintas, en otras ocasiones el forzar la comunicación grupal, los abrazos o el happening emocional puede llegar a retraumatizar a algunas personas con ciertas heridas emocionales (por ejemplo, quienes han sufrido abusos sexuales pueden sufrir mucho por un acercamiento físico no deseado, o no consentido, que puede reactivar la sintomatología traumática).

Seamos cuidadosos y observadores de los diferentes estilos relacionales y comunicacionales,  entendamos que otros tienen sensibilidades diferentes y observemos y preguntemos ante quienes tenemos delante cuando no les entendamos, especialmente ante lo que les perturba o lo que les hace sufrir. Nadie es culpable de ser como es… Las dificultades no se superan forzando, obligando o criticando a quien siente de una manera distinta. No podemos empujar a entrar en ciertas dinámicas a quien no quiere hacerlo y menos si previamente no ha sido informado y aún menos forzarlas o imponerlas con una aparente normalidad y cordialidad, y buen rollismo dentro de estrategias que a veces incluso resultan un tanto manipuladoras y que más bien refuerzan el ego del que lleva el grupo o de quienes comparten una determinada forma de relacionarse. Imponer una dinámica o actividad sin previa información, culpabilizando o simplemente induciendo, puede ser una vulneración de derechos fundamentales y sobre todo una falta de respeto al alma de otra persona. Si somos terapeutas grupales o docentes y alguna vez alguna persona no quiere participar o alguna dinámica le resulta molesta dejemos el espacio para que esa persona se sienta respetada, cuidada y para que con libertad se exprese desde la acción y desde el silencio.

El respeto a las diferentes sensibilidades más bien enriquece que empobrece y nos saca del empeño en la “normalización” y homogeneización que a veces, desde mi punto de vista erróneamente, se llega a tener en algunas dinámicas de terapia, encuentro, socialización, etc.

Raro no es sinónimo de patológico, peligroso, amenaza, etc. En realidad, en lo más profundo de nosotros todos somos diferentes y raros, la cuestión es darnos cuenta y aceptarnos como somos para así poder asumir y aceptar la rareza de los demás y actuar de una forma respetuosa y consciente. Cada ser humano es único e irrepetible y cada alma humana es un espacio sagrado que ha de ser respetado en su propio ser y estar.

Cuadro de John William Whaterhouse: "Ophelia"



1 comentario:

Joaquín Solá Martínez dijo...

"Seamos cuidadosos y observadores de los diferentes estilos relacionales y comunicacionales, entendamos que otros tienen sensibilidades diferentes y observemos y preguntemos ante quienes tenemos delante cuando no les entendamos, especialmente ante lo que les perturba o lo que les hace sufrir. Nadie es culpable de ser como es…".

Procuraré aplicarme el cuento. Gracias, Maribel.